Las zapatillas de Anacleta

Pasito a pasito se hizo el caminito...gracias intrépidos viajeros de lejanos desiertos por cumplir el sueño premonitorio de estas zapatillas.

Salao por su pelo rubio salao;
salao, más salao que un pescao;
salao cuando se rie y salao cuando se calla,
porque aprieta la boca y la risa se le escapa;
salao, salao, y resalao
el niño Miguelillo,
a quien lo que más le gusta de postre
es el pepinillo.

Niño dulce por la mañana, cuando sonríe al sol desde la ventana,
niño dulce al mediodía, cuando ayuda en el mercado a su querida tía,
niño dulce por la tarde, cuando con papá toma chocolate y la boca le arde,
niño dulce por la noche, cuando a su mamá se abraza como si fuera un broche.


(Siempre en mi mente la señora Gloria Fuertes)

Deja caer tus rizos sobre mi espalda, deja caer tu risa en mi almohada, se chiquilla en tu chiquillada, se tú, niña, y baila, y canta...

Pensé en el verano y sus encantos, en la infancia dulce e inocente que nos hacia volar a mundos apartados, a Marte o a América, montados en un cohete con forma de diente de león. Solo había que soplar bien fuerte, mirar hacia arriba y esperar...

Olé, olé y olé canta mi prima la soleá,
olé, olé y olé canta mi prima al verme bailar.

Olé por aquí, olé por allá,
se me cierran los ojillos y me pongo a soñar,
que en un tablao flamenco bailo sin parar,
y mi prima a mi lado se pone a cantar.

Olé por aquí, olé por allá,
que bonita se la ve con las manos "apretás",
se rompe todo el aire y ya no queda más,
que el torrente de mi prima cantando al compás.

Olé, olé y olé canta mi prima la soleá,
olé, olé y olé canta mi prima al verme bailar.

Erase una vez una roca salvaje repleta de brujería, una roca verdadera, de esas primigenias que esconden secretos y magia por doquier. Una roca gigante,majestuosa, por donde pululaban como briznas de heno flotante unos cuantos brujos y brujas, de esos pequeños y risueños, de esos a los que se les pegan las sábanas entre semana pero que despiertan al amanecer los sábados y festivos, esos mismos que son capaces con sus artes mágicas de arrancar sonrisas de cuajo a quien no tiene ganas de reír y que cuando se tapan los ojos saben que ya nadie los ve... unos brujos, unas brujas, unos locos bajitos...

Hermoso regalo de un grupo de pequeños grumetes a su maestra, un presente que adorno con el Poema al maestro, de Gabriel Celaya:

La amistad

-Mamá, puede ir la prima al cumple de June?
-No puede hijo, la prima y June no son amigas.
-Pero mamá, ¡toooodos los niños somos amigos!

¡¡¡¡Libros, libros libros!!!!

Esta vez he derramado mis pinturas para festejar la presentación de "Bailar un tango en Madrid", de María Peralta Vidaurreta.

Ha sido emocionante por partida doble, por poder pintar unas zapas tangueras (a golpe de ritmo y nostalgia de bandoneon, literalmente) y por tener el gusto de conocer a la autora a quien felicito y mando un abrazo más un millón de suertes!

¡que las disfrute señora!

Pingüinos:

Me gustan los ojos de los pingüinos porque son muy guays...
Me gusta la nariz de los pingüinos porque es super super chula...
Me gusta la boca de los pingüinos porque es de color naranja...
Me gustan las patitas de los pingüinos porque me gusta como caminan...
Me gustan las alas de los pingüinos porque vuelan dentro del agua.


Osos polares:

De los osos polares no me gusta nada, porque si lo cuento soñaré con eso.


(Testimonio de Marcos, 4 años de amor pingüinil.)

A veces las princesas no son lo que parecen... en ciertas ocasiones son iguales que gavilanes paticortos, otras veces se muestran como comadrejas eléctricas y muchas otras se esconden tras árboles mágicos de frutos dorados realmente pesados, de esos que caen por gravedad y te chafan el pie...no te fíes de las princesas de delicado aspecto, no es más que un disfraz que oculta almas inteligentes y burlonas que se llevan riendo de nosotros desde inmemoriales tiempos.

Curva tras curva subes la montaña, te elevas por encima de las nubes y aparecen las primeras hayas enseñando con descaro sus primeros brotes primaverales...y es entonces cuando tus oídos empiezan a percibir la fina música interpretada por el bosque, compases precisos, perfectamente orquestados, un murmullo como de agua, viento y susurros de animales escondidos.
Cuando el Montseny invade tus sentidos ya no hay  retorno, llega para quedarse y da igual donde vayan tus pasos, donde aposentes tu vida, cuando menos lo esperes su música te erizará los pelos y te hará cosquillas en los pies.

Dice mi amiga Leyre que su papá se esconde cuando menos te lo esperas en un bosque nocturno, y que un día aparece con un murciélago al hombro y otro imita los sonidos del mono de noche para pedir que le pases la sal en la mesa. Dice que una mañana a la hora del desayuno su papá se vistió de mapache y se puso a corretear por toda la cocina despeinando las cabezas de tooooda la familia. Leyre me hace reir mucho con las historias de su papá. Yo a veces la ayudo a desenredarse el pelo en los recreos y ella me regala alguno de los grillos cantarines que guarda en su bolsillo.

Txoria txori

Hegoak ebaki banizkio
nerea izango zen,
ez zuen aldegingo.

Bainan, honela
ez zen gehiago txoria izango
eta nik...
txoria nuen maite.


*El pájaro es pájaro

Si le hubiera cortado las alas
habría sido mio,
no habría escapado.

Pero, así
habría dejado de ser pájaro
y yo...
yo lo que amaba era un pájaro.

**Txoria txori, letra y música de Mikel Laboa
***https://www.youtube.com/watch?v=63GO1URJKOs (versión de Joan Baez)

Héctor, el marino intrépido, se hallaba en plena lucha contra las olas cuando oyó una voz en el viento que repetía claramente su nombre, una y otra vez.
Pensó en ese momento que dicho sonido procedía de los silbidos del vendaval esquivando las jarcias que en todo el barco pugnaban por no soltarse... así que aferrado fuertemente al timón viró a babor siguiendo su instinto.
Al momento, un nuevo un quejido en el aire volvió a sonar hacia estribor, y esta vez la palabra Héctor se distinguió perfectamente y con ella la potente luz del faro. El marino intrépido corrigió "in estremis" su trayectoria evitando así que él y su barco fueran engullidos por las rocas.
Años más tarde solía deleitar a los más pequeños con esta aventura y le gustaba ver sus caras de fascinación cuando les enseñaba el gran faro que se hizo tatuar en la pierna en agradecimiento a quien salvó su vida aquella noche.