viernes, 15 de mayo de 2015

Orgullo y Prejuicio





[...] La irritación de Elisabeth crecía a cada instante; aún así intento con todas sus fuerzas expresarse con mesura cuando dijo:

-Se equivoca usted, señor Darcy, si supone que lo que me ha afectado es su forma de declararse; si se figura que me habría evitado el mal rato de rechazarle si se hubiera comportado de modo más caballeroso.

Elisabeth se dio cuenta de que estaba a punto de interrumpirla, pero no dijo nada y ella continuó:

-Usted no habría podido ofrecerme su mano de ningún modo que me hubiese tentado a aceptarla.

De nuevo su asombro era obvio. La miró con una expresión de incredulidad y humillación al mismo tiempo, y ella siguió diciendo:

-Desde el principio, casi desde el primer instante que le conocí, sus modales me convencieron de su arrogancia, de su vanidad y de su egoísta desdén hacia los sentimientos ajenos; me disgustaron de tal modo que hicieron nacer en mí la desaprobación que los sucesos posteriores convirtieron en firme desagrado; y no hacia un mes aún que le conocía cuando supe que usted sería el último hombre de la tierra con el que podría casarme. [...]


Orgullo y Prejuicio. Jane Austen, Londres, 1813.

1 comentarios:

María Mercedes López Ordiales dijo...

Preciosas!

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